viernes, 6 de septiembre de 2013

Cincuenta y cuatro

Entendió su derrota porque le cayó de un solo golpe. Su marido se había suicidado quién sabe en qué lugar y ella estaba sola en casa, sin ganas de noticias de él. Las señales estaban presentes desde meses antes, incluso descubría que había algunas que tendrían años. No las había querido ver así, eran sospechas de mujer celosa, de quién acostumbra dudar de todo porque los dichos así lo dictan: piensa mal y acertarás; más vale pájaro en mano que ciento volando. Pero esa noche, al haber enfrentado la realidad, por lo menos al intentarlo la cosa se había puesto color de hormiga. Tenía las pruebas, todos los mensajes, las fotografías de las mujeres (de algunas sólo alguna parte de su cuerpo). La vida se ponía peor, cuando lo quería muerto él lo había hecho por ella, pero le quedaban todas ellas.

1 comentario:

Paula García dijo...

Un buen relato! gracias por compartirlo. Saludos!