miércoles, 13 de julio de 2011

Treinta y cinco

Cuando celebró su cumpleaños no pasó nada sorprendente. La mayoría de las personas ni se inmutaron. Físicamente no cambio, ni psicológicamente. Debía de recordar que cuando dijera su edad tenía que decir un número más. Ya casi se acercaba a la edad que representaba. El día anterior de había enterado de dos cosas que sí lo cambiaron. Dos mensajes en su celular lo hacían ver las cosas de otra forma, él no era el que controlaba. Había sido controlado, manipulado, engañado en sus propios terrenos, con sus propias reglas. Y aunque el asunto ya no representaba mucho, sí le resultaba incómodo, se sorprendía por su ingenuidad pero también por su poder para modificar algunas vidas. Por lo menos en un pasado que se antojaba más lejano. 
No tenía rituales, aunque cada año buscaba hacerse de uno. No era un día mayor para él, pero para los demás sí. Pensaba en sus mujeres y en cómo dividirse en tres o cuatro.

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