martes, 25 de enero de 2011

Cuatro

Eugenio dejó de respirar en la mañana, hace dos años. Nunca antes lo había nombrado por su nombre. En los dedos siento pasos de hormigas. No sé qué es lo que me hace sentirlo más lejano, si el escribir su nombre como si fuera un personaje más o si el hecho de que haya estado en una sala adentro de un ataúd, por unas horas, veinticuatro meses atrás.

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